No somos Finlandia, claro está, y no creemos que haya alguien en Chile
que quiera o pretenda reemplazar nuestro país por algún otro. Pero dicha
identidad y sentido de pertenencia no debe confundirse con un orgullo
ciego que nos impida reconocer nuestros problemas y poder mirar las
experiencias exitosas que otros países del mundo han realizado para
resolver desafíos similares.
¿Cómo podemos interpretar los logros exitosos del sistema
educacional en Finlandia? Quizás el objetivo de establecer modelos de
desarrollo que permitan construir sociedades más democráticas,
inclusivas, justas y ricas material y culturalmente, pueda tomarse como
un desafío común para nuestras sociedades independientemente de sus
realidades, historias e idiosincrasias diversas. Porque ese fue el
principal objetivo con el cual se construyó el actual sistema educativo
Finlandés.
El famoso “modelo finlandés” no tiene una receta mágica. Lo que sí
tiene es coherencia entre los principios que la rigen y las cosas que
llevan a la práctica. A continuación, luego de una visita facilitada
por la Embajada de Chile en Finlandia, nos gustaría enunciar algunos
aprendizajes de la experiencia, que esperamos puedan servir como pistas
para enriquecer nuestro debate sobre educación.
1.- INCLUSIÓN Y EQUIDAD:
En la década del 60, Finlandia era un país pobre dentro del contexto
europeo, azotado por los efectos de la dominación extranjera, una guerra
civil y la Segunda Guerra Mundial. En ese contexto tomaron la decisión
de apostar por la educación como clave para su desarrollo. Potenciar al
máximo los talentos, eliminando toda excusa para dejar a alguien atrás:
“Mientras más talentos, más innovación, más progreso”.
Por eso pusieron y ponen un énfasis muy grande en la inclusión,
acompañando a los niños que tienen más dificultades en el aprendizaje de
una asignatura u otra, evitando separarlos de sus compañeros. No existe
para ellos el concepto de liceos “emblemáticos” o “bicentenario”,
porque consideran que la inclusión potencia los procesos de aprendizaje
más que dificultarlos. Y lo logran. La diferencia en resultados entre el
establecimiento con mejores resultados y aquel que tiene peores es de
apenas un ¡5%! Además, han adoptado una política que no permite
“callejones sin salida”, dotando al sistema educacional de una
articulación y flexibilidad suficiente para que cada estudiante logre
tener oportunidades para desarrollar sus talentos y habilidades, desde
la educación inicial hasta la educación superior. Todo lo anterior, es
provisto a través de un sistema público que no cobra ninguna matrícula
ni mensualidad a nadie, sino que se financia con cargo a los impuestos.
Además, no tratan de entregar vouchers en un mercado educativo, sino que se encargan de financiar las escuelas según sus necesidades.
2.-INTEGRALIDAD, NO ESTANDARIZACIÓN:
En Finlandia entendieron que el objetivo de la educación no es que
algunos niños logren sacar altos puntajes en pruebas estandarizadas,
como el SIMCE o la PSU, sino permitir que cada estudiante se desarrolle
integralmente al máximo. Cada día tiene su afán, cada día se puede
mejorar en un proceso continuo y, por lo tanto, no se requiere de
instrumentos estandarizados para medir, evaluar y controlar la calidad
de la educación.
No es que en Finlandia no se realicen evaluaciones. De hecho,
utilizan pruebas estandarizadas muestrales para tener una idea de cómo
avanza el país en su conjunto. Pero no las utilizan como indicadores de
mercado (los resultados no son públicos) y no deducen de estos
resultados consecuencias negativas para docentes o escuelas.
Esto libera a los profesores y directores de la necesidad de
enfocarse casi exclusivamente en preparar esas evaluaciones. Por el
contrario, tienen contenidos mínimos mucho más livianos que los que
tenemos acá en Chile (¡el Director de Educación de la OECD dice que en
Chile exigimos 40 veces más contenido que en Finlandia!) y los
profesores tienen libertad para ir adaptando el proceso formativo a las
necesidades de sus estudiantes. Esto implica, evidentemente, condiciones
adecuadas para que los profesores y profesoras conduzcan este proceso,
como buenas remuneraciones, reducidas jornadas laborales y suficientes
horas no lectivas para evaluar y preparar las clases día a día.
Todo esto contribuye a lo que los finlandeses entienden por buena
educación: el aprendizaje de habilidades sociales, de autoestima y
autonomía, de autocuidado y de ciudadanía y no sólo el nivel alcanzado
en pruebas de matemáticas u otras materias similares.
3.- CONFIANZA:
El elemento que probablemente más nos sorprendió fue el de la
confianza que existía entre todos los actores del sistema. A veces
pecamos de intentar controlar y regular lo más posible lo que sucede
dentro de la sala de clases, con la intención de garantizar calidad y
justicia para todos. Pero en Finlandia se enfrenta el desafío desde otra
perspectiva. Los directores son profesores con experiencia y capacidad
para enfrentar las demandas de la enseñanza y el aprendizaje, sin
necesidad de inspectores estatales que fiscalicen su trabajo. A los
profesores se les da la mejor formación durante la carrera (una carrera
larga y selectiva que exige un magíster), pero no se les hacen pruebas
finales que los “habiliten”, pues no entregan su formación al mercado.
Los establecimientos elaboran con los padres y con los niños los planes
personalizados, en los cuales cada uno tiene responsabilidades y se
confía en su cumplimiento. También se confía en que los gobiernos no
darán marcha atrás en lo avanzado como sociedad en pos de un proyecto
cortoplacista.
Pudimos observar y escuchar de primera fuente cómo se vivió un
proceso de estas magnitudes. Las respuestas que nos entregaron
coincidían de manera sorprendente: no fue fácil, hubo en un comienzo
oposición por parte del ala conservadora del país, temores y
suspicacias, pero la convicción de una mayoría de que la educación debía
ser una herramienta para que cada uno de los finlandeses pudiese
desarrollarse y aportar a la sociedad, permitió avanzar en una reforma
estructural a su sistema. Hoy, tras décadas de persistencia en
políticas de largo plazo, esa educación pública, gratuita, de excelencia
e inclusiva, junto a los principios de equidad y de confianza, son
patrimonio de todo el pueblo finlandés. ¿Por qué nos cuesta tanto
decidirnos a avanzar en la construcción de un sistema educacional
orientado por esos mismos principios?
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