Por : Patricia Politzer en Opinión
Este 3 de enero 270 mil estudiantes recibirán los resultados de la PSU y decidirán qué futuro seguir. La periodista Patricia Politzer, miembro del directorio de Educación 2020, los llama a tener cuidado al elegir: “Para este 2012 se aumentó el financiamiento pero nada se hizo para velar por aranceles razonables, ni tampoco –lo que es dramático- por la calidad en la educación que se está financiando. En síntesis, hay más plata para comprar cartones caros y muchas veces inservibles”.
Con el resultado de la PSU en mano, más de 270 mil estudiantes decidirán esta semana qué y dónde estudiar para tener –a futuro- un trabajo gratificante y que les permita vivir con dignidad. Nada fácil la tarea, menos aún después de un agitado año educacional que puede mover a engaño.
Las movilizaciones estudiantiles pusieron sobre la mesa una lista de problemas contundentes desde la educación parvularia hasta la universitaria. Nadie pudo esquivar el bulto y la Educación se convirtió en el tema prioritario para los chilenos. El lucro se instaló en el centro del debate, se habló de endeudamientos de por vida, de bancos con ganancias millonarias gracias a los créditos con aval del Estado, de mala calidad, de carreras inconducentes, de destrucción de la educación pública… El Presidente Piñera, sus ministros, los dirigentes políticos y los parlamentarios, anunciaron propuestas, retiraron propuestas, repusieron propuestas. Mucho ruido y poquísimas nueces.
En concreto, para este 2012, los universitarios tendrán más becas disponibles y un crédito con aval del Estado cuyos intereses se supone bajarán de 6 a 2 por ciento. Es decir, el Estado destinó más recursos para que los jóvenes se inserten en el mercado de la educación. “Por primera vez, -repiten desde el gobierno- el presupuesto permite entregar becas a estudiantes de la clase media”.
Porque lo cierto es que para este 2012 se aumentó el financiamiento pero nada se hizo para velar por aranceles razonables, ni tampoco –lo que es dramático- por la calidad en la educación que se está financiando. En síntesis, hay más plata para comprar cartones caros y muchas veces inservibles.
Antes de tomar una decisión sobre qué y dónde estudiar, es indispensable saber que ganarse una beca no es sinónimo de gratuidad. Una cosa es el arancel de referencia que cubre la beca -que debemos suponer es el costo justificado para una determinada carrera- y otro distinto el precio que cobra la universidad cuando se llega a pagar: éste suele ser un 20 por ciento más alto en promedio. Es decir, después de obtenida la beca, tendrán que endeudarse o sacar la diferencia del bolsillo familiar. ¡Cuidado con las promesas publicitarias! Las universidades están en período de caza y harán lo posible por convencerlo de que su fórmula de financiamiento -llámese beca, crédito directo, con aval del Estado o Corfo- es la más conveniente. Así picaron miles de jóvenes que hoy tienen deudas millonarias. Y no hay SERNAC que responda.
Más allá de conseguir financiamiento es fundamental confirmar la calidad profesional que se busca. Nuevamente, ¡cuidado con las promesas! No basta que una universidad esté acreditada para garantizar su calidad. La realidad -una vez más- está muy lejos de lo razonable. La acreditación también se rige por las reglas del mercado, con empresas “especializadas” en conseguirla, donde abundan intereses cruzados y vaguedades. El sistema es tan absurdo y discrecional que suele regirse por conceptos como “insatisfactorio” o “adecuado” para distintas variables.
La mayoría de las carreras dura más de cuatro años, pero muchas universidades sólo tienen acreditación por dos o tres años, es decir, pueden perder esta condición antes que se reciba un título, cuyo valor se habrá ido a pique. Aún peor, ninguna acreditación asegura la formación de un profesional idóneo.
Los egresados de pedagogía pueden rendir la prueba INICIA que evalúa sus conocimientos. De acuerdo a la última medición, ¡sólo el dos por ciento domina vocabulario y ortografía! El Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación –CEPPE- (dependiente de la Universidad Católica y financiado por Conicyt), comparó los resultados de la prueba INICIA 2009 con los años de acreditación de sus respectivas instituciones. El promedio de respuestas correctas para una universidad con cinco años de acreditación fue del 53%, el promedio para una con tres años de acreditación llegó a 57% y aquellas sin acreditación obtuvieron un 49%. Si estos fueron los promedios, poco y nada influyen los años de acreditación con la calidad de los egresados. El resultado sería más desastroso si la prueba INICIA fuera obligatoria. Estos promedios, que raspan el 4, corresponden a los futuros profesores que estimaron que podían enfrentar adecuadamente una evaluación profesional. Son los actuales maestros….
Tanto o más grave es lo que sucede con medicina. El 20% de los médicos titulados en La Universidad Católica de la Santísima Concepción -acreditada por cuatro años hasta fines de 2012- reprobaron el Examen Único Nacional de Conocimientos de Medicina. Este sí es obligatorio para ejercer. Idéntica situación ocurrió con los médicos formados en la Universidad de Antofagasta. Pero el caso más brutal es el de la Universidad del Mar, acreditada por dos años hasta diciembre de 2012: prácticamente la mitad de sus médicos salieron mal en el examen (24 de 50). La carrera se sigue impartiendo en estas universidades con un costo anual superior a los $ 4.000.000. Pero si el diploma resulta inservible, no admite devolución.
Es muy difícil entregar pistas claras para la decisión que deben tomar los futuros universitarios. Es obvio que se va a la segura con instituciones de prestigio como la Universidad de Chile, la PUC, la Diego Portales, la Adolfo Ibáñez o la Universidad de Concepción. Pero quienes no tengan el puntaje suficiente para acceder a ellas tendrán que pensarlo mucho.
Los que estén dispuestos a transar calidad por asegurar redes sociales que pueden servir en el mercado laboral, pueden optar por aquellas ligadas a grupos económicos, políticos o religiosos. Quienes tengan recursos escasos y un puntaje reguleque, producto de la deficiente educación básica y media, pregunten, pregunten y pregunten. Y no se olviden de explorar alternativas en el extranjero. La Universidad de Buenos Aires –con varios premios Nobel a su haber-, incluyendo gastos de alimentación y vivienda, puede ser una alternativa frente a la opacidad y la ley de la selva que rige nuestra educación superior.
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