sábado, 5 de noviembre de 2011

Gobierno y estudiantes: momento de balance

Ricardo Solari
Los próximos quince días serán muy importantes para medir los efectos del movimiento estudiantil desplegado en los últimos cinco meses. El “invierno chileno” —como se lo conoce en la prensa internacional— y sus masivas movilizaciones se proyectan en la actual primavera. Probablemente, como se están dando las cosas, este nuevo activismo se prolongará en el tiempo. Pero, acercándose el fin de año, toca hacer un balance.
La actitud del Gobierno, de negación en sus primeros días, pasando por un sorprendente halago en el discurso presidencial de la última Asamblea General de ONU, concluye ahora con una porfiada actitud de rechazo al diálogo directo con los representantes de universitarios y escolares.
El Ejecutivo promueve leyes autoritarias que hacen imposible las conversaciones con la Confech. El Gobierno concluyó que le sirve el ambiente de polarización. Así recupera adhesión de su electorado histórico y aglutina a sus propias y desmotivadas fuerzas en torno al discurso del orden, que es el tótem frente al cual rinden culto UDIs y RNs. Es cierto que ese plan implica reconocer que la popularidad del Presidente se mantendrá estancada, pero en este cuadro lo principal para el oficialismo es no retroceder un milímetro en las convicciones mercantiles que, en esta materia, lo inspiran.
Además, y con pillería, el Gobierno ha logrado instalar el debate sobre la violencia como un asunto consustancial a la movilización social. Los dirigentes estudiantiles, en un antiquísimo error de las izquierdas, no se desmarcaron categóricamente desde el primer día de esas expresiones y han quedado cada vez más cautivos del debate entre quienes visualizan la capucha como un acto político y quienes lo asocian a la total barbarie.
Es muy difícil que las explicaciones sociológicas (marginación social, exclusión territorial, represión estatal sistemática) enfrenten un despliegue mediático de gran tamaño, destinado a representar la agresiva acción encapuchada como parte inseparable de los que marchan por educación gratuita, pública y de calidad.
Pero lo principal del balance consistirá en averiguar si finalmente el Presupuesto Nacional 2012 consignará algún avance en la dirección de las demandas de la Confech. Y ese tiempo es ahora. Porque el proyecto de Presupuesto presentado por el Gobierno no acoge ninguna de las reivindicaciones importantes del movimiento estudiantil y, por la vía de ese ninguneo, también promueve la polarización. Al Gobierno lo alientan dos certezas: 1) que con total seguridad, a propósito del conflicto, la matrícula en la educación pública en todos sus niveles caerá el próximo año, y 2) que, en la actual coyuntura, las tensiones y discrepancias en la oposición son tan grandes, que les hacen imposible una actuación coherente. Pero, lamentablemente para el país, ese modo de ver las cosas sólo posterga la conflictividad.
Porque, más allá de cálculos, lo importante es darle una salida al conflicto. Es el momento en que la oposición debe abrir puertas y procurar respuestas a las demandas estudiantiles. Y conseguir del Gobierno avances en gratuidad, calidad y sustentabilidad de los ingresos futuros de un presupuesto nacional de educación que, por definición, deberá crecer sustantivamente en los próximos años.
Los próximos quince días serán decisivos. Ojalá el Gobierno comprenda que derrotar al movimiento estudiantil sólo provocará violencia en el futuro. Violencia que escalara día a día, desplazando a los pacíficos liderazgos actuales. Y la oposición debe actuar con la convicción de que su gestión será medida por resultados concretos que, de no lograrse, sólo profundizaran el espiral de desafección, de distancia y de rechazo a partidos e instituciones. La claridad en las posiciones y la búsqueda de acuerdos para los propósitos que congregan la voluntad de 80 % de la población en favor de una buena educación y de acceso para todos son tareas que, de cumplirse, pueden permitir un cierre de año con sensación de esperanza. Lo otro es preparar el terreno para un difícil futuro.

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