lunes, 27 de junio de 2011

El miedo en Chile y la ceguera de las elites

CLAUDIO VÁSQUEZ LAZO
Ex embajador
Si revisamos las encuestas realizadas en los últimos años veremos que los chilenos estamos llenos de temores, amplificados hoy día por las secuelas del terremoto y por la incertidumbre que depara las políticas del gobierno de los empresarios.

Perder el empleo, la vivienda, una vejez sin protección social, la delincuencia ordinaria y la de cuello y corbata -caso La Polar-, los emigrantes del Cono Sur, no tener acceso a una educación digna para nuestros hijos, etc. Las parejas jóvenes no se atreven a tener hijos por causa de los miedos que acosan a nuestra sociedad.

El miedo en Chile tiene dos componentes: por un lado, miedo concreto a perder el trabajo, y por el otro, el miedo más general que es expresión de la precariedad con que enfrentamos esta sociedad global.

Hoy, el mundo es fuente de peligro: el calentamiento global, la crisis de la economía mundial, de los carburantes, son ejemplos de situaciones que no manejamos y que inciden profundamente en nuestras vidas.

La falta de representación y la desesperanza en las instituciones establecidas es lo que produce la irrupción masiva de tantas protestas en las calles de nuestro país: Y no –como nos quieren hacer creer Tironi y otros intelectuales de la derecha - que el motivo es que nuestra sociedad está alcanzando los quince mil dólares de ingreso per cápita. Dicen estos “pensadores” que cuando los Estados Unidos estaban en esa etapa (años 60) habían aparecido como fenómeno social los hippies.
Paolo Virno, filósofo italiano, dice que el miedo por un motivo determinado (perder el trabajo) era algo socialmente gobernable y que ahora, en cambio, en la globalización, las dos cosas son una sola. Es decir, cuando siento un miedo por un peligro concreto siento también mi precariedad y la del mundo como tal.
El Estado ha perdido su capacidad de ser un Estado Nacional que cobija a todos los hijos de la Nación y hoy en la medida que la economía se mundializa, se globaliza, muestra sus profundas disfuncionalidades.

Jurgen Habermas, en su Teoría de la Acción Comunicativa, describe cómo el tipo de organización social y económica que se basaba en el intervencionismo estatal en la economía, la democracia de masas, el Estado de bienestar social, que caracterizó las sociedades occidentales de posguerra, se ha venido al suelo con la globalización y con ello la organización del Estado Social que neutralizaba los conflictos sociales.

El proceso arriba descrito repercute con fuerza inusitada en “países localizados” como el nuestro. Ser local en un mundo globalizado, nos dice Zigmunt Bauman, es señal de penurias y degradación social. En efecto, las elites de los globalizadores son extraterritoriales y abarcan todas las esferas de la producción de ideas, valores y mercancías.

En Chile, este proceso hace emerger un nuevo modo de ser en la esfera pública que se caracteriza por el hecho que el Estado quedó obsoleto, inadecuado. Esto produce inequidades y pérdida de confianza de la ciudadanía en la democracia y sus instituciones. Ya no basta con votar, porque al final de cuentas los políticos hacen lo que quieren y no lo que el voto popular los obliga. El ciudadano en sociedades periféricas como la chilena actual no cuenta.

La falta de representación y la desesperanza en las instituciones establecidas es lo que produce la irrupción masiva de tantas protestas en las calles de nuestro país: Y no –como nos quieren hacer creer Tironi y otros intelectuales de la derecha - que el motivo es que nuestra sociedad está alcanzando los quince mil dólares de ingreso per cápita. Dicen estos “pensadores” que cuando los Estados Unidos estaban en esa etapa (años 60) habían aparecido como fenómeno social los hippies. Menuda teoría buena para dejar tranquilos a los empresarios pero que no expresa la profundidad de la crisis de credibilidad del statu quo.

¿Qué hacer ante esta situación? El único camino es permitir que los ciudadanos expresen sus singularidades a través de organizaciones propias. El movimiento estudiantil es un ejemplo paradigmático de este proceso nuevo y están emergiendo otros movimientos sociales, al margen y en contradicción con la esfera estatal. Pareciera ser que estamos ante un fenómeno de democracia no representativa, que se abrirá camino con o sin la anuencia de los partidos políticos.

Los partidos políticos hoy por hoy no son fuente de cambio social. Por el contrario, en muchos casos lo limitan, ya que en más de una ocasión actuaron como freno de las aspiraciones de amplios sectores de la sociedad. Un caso emblemático en este sentido lo encontramos en el movimiento sindical, cuya debilidad fue en muchos casos provocada intencionadamente, con el pretexto de evitar un desborde de demandas de los trabajadores que pusiera en riesgo la estabilidad económica del país.

Ninguna iniciativa de fortalecimiento y democratización de dicho movimiento fue impulsada por los gobiernos concertacionistas con la intensidad requerida para llevarla a cabo exitosamente. Veinte años de gobierno era un período más que suficiente como para haberlo logrado. No hay excusa sobre el punto y cualquiera que se quiera esgrimir, resulta una burla a la inteligencia de los chilenos. ¿Dónde estaban los partidos políticos progresistas que integrábamos la Concertación?

El estilo ciudadano que impulsó la Presidenta Bachelet, durante los primeros meses de su mandato -solo los primeros meses- descolocó a la clase política nacional. No lo entendió y por eso se equivocó al interpretar las señales de rebeldía de la gente, cuando justamente era este nuevo estilo el que alimentaba las bases de la nueva sociedad que hoy está emergiendo para expresar su indignación.

Hemos iniciado una nueva época ciudadana, que se caracteriza por la exigencia de más participación y la búsqueda de nuevos canales de expresión. El Gobierno de Piñera no entiende este cambio y ha tomado el camino equivocado de suplir política por tecnocracia y tecnología. La creencia que “midiendo” las redes sociales bastará para implementar iniciativas paliativas que morigeren la fuerte crítica hacia el gobierno es una muestra palpable de su ceguera.

Si no entendemos que la sociedad globalizada del futuro está llena de inestabilidad y precariedades, estamos dando palos de ciego. Lo que necesitamos es más y mejor educación, seres humanos más comunicados, informados y por lo tanto más socializados.

El futuro puede “estar lleno de promesas, pero también de errores”, nos dice Virno. Para él, la idea de futuro no está garantizada por la idea de progreso, y por eso hay tanto miedo a lo que viene. Por lo mismo, nos dice, hay que intentar hacer algo nuevo aquí y ahora.

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