domingo, 28 de marzo de 2010

Los saqueos y la educación

Los chilenos hemos vivido horas aciagas; el terremoto nos ha dejado el alma en vilo. El sufrimiento de tantos compatriotas ha remecido las entrañas de nuestra patria; la violencia de la tierra y del mar nos provoca consternación; la catástrofe desnuda nuestra pequeñez y nos recuerda la extrema fragilidad de la condición humana, representada por la valentía, el coraje y la alta dignidad de algunos, contrastada con la inmoral indolencia de otros, que aprovechándose del caos traumático de la población, se han dedicado a saquear supermercados y tiendas; asaltar casas, servicentros y cuarteles de bomberos, a gritar falsas alarmas de tsunamis para que la gente arranque a los cerros y así con la ciudad solitaria y a sus expensas, saciar sus apetito delictivo.

Reflexiono y converso con amigos y familiares sobre los saqueos y las chocantes imágenes televisivas en que nos muestran a familias enteras; padre, madre, niños y abuelos, todos juntos robando a destajo, no sólo artículos de primera necesidad, sino también lavadoras, televisores de plasma. Es cierto que esto nos muestra el Chile escondido, el Chile del resentimiento social producido por la espantosa desigualdad de nuestra sociedad, que aflora de manera descarnada y abyecta; sin embargo, también nos releva una verdad triste y contundente sobre la educación de los chilenos.


Quiero destacar la mirada pedagógica de esta despreciable conducta social, porque estoy seguro de que todos los hombres y mujeres que vimos robando, saben leer y escribir, saben sumar y multiplicar, muchos seguramente tienen escolaridad completa (doce años). Muchos de los asaltantes de tiendas y supermercados deben haber rendido el Simce en sus escuelas y liceos, en cuarto básico, octavo o segundo medio; en fin, quiero decir que la gran mayoría de esos "ciudadadanos" ha estado varios años en la escuela; no obstante ello ésta no hizo nada para ayudarles a construir el alto valor que es la dignidad humana.


En medio de esta aberrante realidad, en una emisora televisiva, un soldado chileno recién llegado de Haití, comenta en una calle de Concepción, que "tiene pena y decepción", porque eso que está viendo en su patria no lo vio en Haití, país con un 56,6 % de analfabetismo. Pareciera ser que el lado más oscuro de esta catástrofe nos exige que revisemos nuestro modelo educacional. Hace más de tres décadas que el sistema de educación chileno perdió el rumbo, mercantilizándose de manera tal que en la actualidad se entiende que las buenas escuelas son aquellas en que los niños y jóvenes les va bien en Simce (es nuestro único indicador nacional de calidad), esto ha producido un daño profundo en la naturaleza más prístina de la escuela, ya que la gran meta de la educación es el desarrollo integral de la persona, que a juzgar por los acontecimientos comentados se encuentra en absoluto descuido.

El llamado es entonces a devolverle el verdadero sentido a la más genuina misión de la educación, cual es la de "Educar Personas"; en donde todas las dimensiones humanas tiene igual valor; lo emocional, lo social, lo ético, lo espiritual, lo estético, lo cinestésico, con igual valoración que lo puramente cognitivo, para que las escuelas dejen de ser centros instruccionales en que los niños sólo van a prepararse para que les vaya bien en el Simce o en la PSU y se conviertan en respetables Centros "Educacionales", que formen personas cuyo tesoro existencial sea la dignidad.

por Luis Alfredo Espinoza
Director Escuela de Pedagogía en Educación General Básica de la Universidad Central de Chile.

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