sábado, 31 de octubre de 2009

Los Profesores de Chile

Luis Alfredo Espinoza.

Director Escuela de Pedagogía en Educación General Básica de la Universidad Central de Chile.
Profesor de Estado en Castellano, Universidad de Chile.
Magíster en Diseño de Instrucción, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Doctor en Educación, Universidad Complutense de Madrid

En estos días en que los profesores de Chile decidieron detener sus actividades, para exigir el pago de la deuda histórica, la sociedad chilena entera rasga vestiduras y somete a los profesores al paredón.

Al respecto quisiera aportar algunos "datos a la causa" y una reflexión:

A saber; los profesores de Chile, básicamente los profesores del sector municipal y particular subvencionado; de acuerdo a las remuneraciones que perciben:

1- No pueden comprar libros; fundamento de su rol profesional y esto en medio de una época que se ha venido en llamar, la era del conocimiento.

2. Deben hipotecar tres, cuatro o cinco años de su vida familiar, para acceder a un computador, en pleno auge de la cultura digital globalizada.

3. No pueden viajar; cuestión que les permitiría aumentar su "capital cultural" como lo llama siúticamente, en su visión económica de la sociedad, la OCDE.

4. No pueden ir al teatro, a la ópera, a la danza, a escuchar a la filarmónica; en fin, a espectáculos que recrean el alma y ayudan a desarrollar la sensibilidad estética, entre otras dimensiones de un ser humano integral.

5. No pueden acceder a la casa que quisieran; y no hablo de parcelas de agrado o autos 4 x 4, sino más bien a construir su vida material un poquito más cerca de sus sueños y su estatus profesional universitario, equivalente a la vida material de los ingenieros, abogados, médicos, etc., de Chile.

Otros datos a la causa; los profesores de Chile:

1. Hacen clases en cursos con más de 40 niños o jóvenes, que en los sectores más vulnerables - que son las gran mayoría – la "sensación térmica" de esos cursos, es como hacer clases con 80 niños.

2. Se les exige una planificación de cada clase (la planificación es necesaria, por cierto; pero hacerlo para cada clase de noventa minutos en la educación básica, es esquizofrenia) y luego entregar esa papelería a la oficina de U.T.P (verdaderos sicarios de la educación), para alimentar el fetichismo de los administradores del proceso "educacional", que le han arrebatado al profesor su misión de educador, para rebajarlo al perverso estado de mero instructor, "preparador del SIMCE y de la PSU"

3. No se les otorga horas semanales para el estudio, la investigación o para crear redes de reflexión e intercambio de experiencias colectivas con sus pares, que les permitan crear una real comunidad de aprendizaje en la escuelas.

Hay muchas más condiciones deplorables del sistema educacional chileno que el espacio de una columna impide demarcar.

Por lo antes expuesto, el deterioro sicológico y anímico del magisterio avanza hacia el abismo. El estrés y la depresión son enfermedades que se han hecho sinónimos de la profesión docente; sin embargo, a los profesores de chile, se les exige que tengan resultados equivalentes a los profesores de los países más desarrollados del orbe, en donde los profesores sí tienen un estatus social altamente valorado, por el rol estratégico que esas naciones le otorgan a la educación y por el sueldo mensual que perciben, que le representa una calidad de vida auspiciosa y exenta de resentimientos.

Un dato oblicuo, pero que representa un hecho sensible de la causa:

En Chile, a todos los médicos se les dice "doctores", cuando en realidad es un porcentaje muy mínimo de médicos que ostenta ese grado académico; la sociedad en su conjunto, los ha investido de un estatus académico genérico que no es tal, pero que implica una remuneración morbosamente diferente a la mayoría de los profesores.

En Chile, a los profesores, la mayoría de sus alumnos les dice "tío", haciendo desaparecer nominalmente con esa expresión, su rol profesional y la remuneración que reciben es consecuente con ese desprestigio social y que no se percibe la intensión de reparar.

Reflexión:

No se le puede exigir a nuestros maestros que actúen como profesores alemanes, holandeses o finlandeses, cuando se los somete a una cultura MENDICANTE (ver paro del Magisterio), que nos debiera avergonzar como sociedad.

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