Utilización de los recursos de la ley SEP: ¿Oportunidad de desarrollo o consolidación de lo mismo?
La Ley de Subvención Escolar Preferencial (SEP), puesta ya en marcha, ha destinado recursos frescos a un sistema educacional que venía con carencias importantes desde hace décadas. Cualquiera podría pensar que por fin se salda una falta de recursos y que tras ello se podrán echar a andar todas las energías e ideas creativas de los docentes que nunca se podían llevar a cabo por pobreza de medios materiales.
Muchos profesores sentirán que sus métodos de enseñanza contarán con el apoyo de los materiales adecuados y tecnológicamente al día. Sin embargo, todo esto no viene a saldar una falta histórica de recursos, sino más bien a impulsar un modelo de educación basado en los resultados y en el cumplimiento de metas y estándares impuestos que tratan de definir qué es lo bueno y de calidad en educación. En concreto, los recursos están supeditados a establecer mejoras en los establecimientos, pero nuevamente el principal patrón de medida de estas mejoras es el aumento en los puntajes de nuestro endiosado SIMCE. Por lo tanto, la Ley SEP permite y pide mejoras, pero se reduce a conseguir el incremento de los resultados SIMCE.
Sin duda que este enfoque terminará tensionando a todos los actores del sistema educativo y direccionando todo el sistema de enseñanza-aprendizaje y las prácticas docentes. No será raro ver caer a algunos colegios en una especie de training para responder de manera más eficiente y efectiva la prueba, dejando de lado la visión sistémica, contextual y humanista del aprendizaje. Como una especie de “catecismo antiguo” que se enseña a repetir. Algunos incluso afirmarán: “¿Qué importa, si con ello logramos subir los resultados del SIMCE?
El cumplimiento de las metas sin un fin superior y último traerá una importante carga de trabajo técnico, con planificaciones y evaluaciones sin término que no podrán ser asimiladas y quedarán sólo como “verificadores” de la correcta utilización de los recursos recibidos.
Antes que el estrés nos impida pensar en algo más, vale preguntarse: ¿Cómo conseguir una Educación integral e integradora en los aprendizajes?, ¿Cómo se transita hacia una educación para la diversidad y la inclusión?, ¿Cómo generar una educación desde el contexto cultural?, ¿Cómo lograr una educación para el desarrollo pleno de la persona?, ¿Cómo propiciar el surgimiento de la invención, de la creatividad y de la criticidad en los actores de la comunidad educativa y así crear cultura?
Estas interrogantes no son accesorias ni decorativas en un plan de mejora. Son lo más importante a la hora de evolucionar hacia estados superiores de educación. Por ello, resulta clave que los equipos de gestión reflexionen y sean capaces de ir más allá, disponiendo y utilizando los recursos de la ley SEP para un avance mucho más amplio y profundo que la mejora en los puntajes SIMCE.
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