miércoles, 12 de agosto de 2009

Ojo Directores

Sucedió hace siete años, pero cuando Felipe C. lo recuerda, la escena revive rápido en su mente. Entonces tenía 7 años y un compañero de colegio de 17 se abalanzó sobre él, golpeándolo, empujándolo hacia un muro de hormigón. Ni siquiera lo conocía. Pero se cruzó en su camino transformándose en un caso de violencia escolar con un fallo histórico: la Corte de Apelaciones de Temuco dictaminó que el colegio privado George Chaytor incumplió sus obligaciones de cuidado, y, por ello, deberá indemnizar los perjuicios sufridos.
Por Karim Gálvez
En Temuco estudiar en el George Chaytor English College es sinónimo de prestigio académico y social. El colegio se emplaza en Lomas de Mirasur, una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Su fachada señorial, con pilastras blancas, su nombre escrito en letras de molde blancas y sus paredes con ladrillo princesa revelan que se trata de un colegio con tradición británica. Fundado en 1914 por el matrimonio formado por George Chaytor y Ethel Shilcock desde el principio recibió mayoritariamente a los hijos de la pequeña colonia inglesa de la zona. George había sido director de una escuela en Inglaterra y Ethel, hija de un militar inglés que se dedicaba a la docencia en el condado de Dorset. Enseñaban criquet, fútbol, dibujo, a tocar el piano, y, por supuesto, inglés. La pareja dirigió el colegio hasta 1984, cuando Ethel, ya viuda, entregó la administración al Centro de Padres.La construcción de tres pisos está formada por un hall embaldosado que lleva hacia tres patios, en cuyos lados se alinean las salas, pintadas de blanco y azul, que han tenido varias refacciones, pero en 2002, cuando sucede esta historia, cada pasillo estaba protegido por barandas de fierro para evitar la caída de los alumnos.Sentado sobre una de esas barandas, en el segundo piso, se encontraba Cristián Montero, en ese entonces alumno de tercero medio. Un joven de 16 años, poco más de 1.80 de estatura, pelo corto y castaño, corpulento y atlético.Montero era un estudiante tranquilo, por lo que aparentemente podían apreciar sus compañeros, pero también respetado y algo temido por sus reacciones inesperadas, cuentan algunos estudiantes de ese tiempo. Se sabía que el año anterior se había enfrascado en una discusión con otro alumno que no terminó en el colegio. No había sido una discusión cualquiera. Montero, irritado, a la salida de clases había ido directo a la casa del compañero a terminar lo que había empezado. Quería pelear. Y fuerte. Y ganar.Ese día, 7 de agosto, casi al final del recreo de media mañana, Montero estaba junto a su polola, aprovechando los últimos momentos antes de entrar a clases, cuando desde el primer piso sintió que le tiraban restos de colación, envases vacíos de yogur. Era un grupo de niños del segundo básico B que lo molestaban y además tiraban besitos riéndose de los pololos.-Scchhhhhhhuuu. ¡¡Están dándose besitos!!En cosa de segundos la escena infantil se desfiguró.Montero, irritado, apuró el tranco hacia el primer piso, tras los niños. Todos arrancaron, menos uno: Felipe C., siete años, un metro 30 centímetros.Lo que pasó en ese momento, diría después en su declaración policial Montero, fue que sólo lo quiso asustar, no agredir físicamente.-Reconozco que hubo un forcejeo, que efectivamente lo tomé, que perdí la paciencia. Felipe C. hoy tiene 14 años y ya no estudia en el Chaytor.-Él bajó corriendo y me agarró. Cada vez que me acuerdo se me viene altiro su imagen bajando de las escaleras y abalanzándose sobre mí. Pero no es que me haya quedado marcado psicológicamente; más bien me quedaron secuelas físicas, como que la costilla izquierda está más arriba que la derecha.Apenas le avisaron de la golpiza a Jorge, el hermano de Felipe, casi voló hacia a la inspectoría. A sus 14 años, el hermano grande, el protector, el ídolo, sentía que tenía que hacerse cargo. Por eso creyó que lo mejor era averiguar con Míster Óscar -Cortés, el inspector del ciclo- qué había pasado. Pero él no sabía demasiado. Lo mejor era ir a la sala de su hermano. Ahí lo encontró, solo, asustado.-Me dio rabia, pena, impotencia. Le habría pegado a Montero, pero Míster Óscar me detuvo. Yo estaba enojado como cualquier persona que ve que un tipo de 17 le pega a un niño de siete. Mi inspector me agradeció que no reaccionara de manera violenta. Pero igual a Montero tuvieron que llevarlo a una oficina con llave para que yo no fuera a pegarle. Quería desquitarme y no pude.Hasta hoy recordar el episodio le molesta:-Para mí es un tema complicado. Siempre me quedará el recuerdo de que debería haber hecho algo más. Era mi hermano, tenía que protegerlo, pero no pude hacer nada.María Eliana Ríos Parra, mamá de Jorge, Javiera y Felipe, es asistente social, separada, hija única. Ella sola ha educado a sus hijos, pagado sus colegios, ropa, comida, gastos. En 2002 ejercía como perito judicial de la Defensoría Penal de Temuco. Hacía trámites en el centro cuando la llamó Jorge.-Mamá, vente altiro al colegio porque hubo una pelea.-Pero, ¿qué pasó?-Le pegaron a mi hermano.Eliana no se asustó demasiado. Una pelea entre compañeritos de curso, pensó. Pero cuando llegó al colegio su mirada casi se congeló. El colegio estaba desierto porque los estudiantes habían partido a almorzar a sus casas antes de retomar la jornada escolar de la tarde, como se acostumbra en provincia. -Apenas vi al Pipe, nada me cuadró. Fue entonces que Jorge me explicó que un cabro de 16 años lo había golpeado.Felipe dice que todo fue rápido, pero se acuerda que lo levantaba, lo dejaba colgando del aire y luego lo soltaba para que cayera al cemento. Le pellizcaba la cara, le apretaba las muñecas doblándolas y lo empujaba de espalda hacia la pared de hormigón. Luego, nuevamente. Lo elevaba, lo soltaba y lo dejaba caer al cemento. Felipe le diría después a su mamá explicando su dolor de cuello, que lo único que atinaba era a esconder la cabeza.El certificado que extendió el doctor Jiménez al año siguiente, para el juicio, registra las lesiones: contusión dorsal y esguinces de codo y muñeca izquierda.¿Cómo pudo pasar algo así? Eliana no lo entendía ni nadie se lo explicó. Ni siquiera Míster Óscar, a quien conocía desde hacía años, a quien siempre le encargaba que le cuidarasus niños.Míster Óscar en los casi treinta años que oficia como profesor ha aprendido un principio que rige en los patios escolares: los más chicos molestarán a los más grandes, y muchas veces los más grandes, como saben que tienen las de ganar, decidirán hacer justicia por sí mismos.-Fue más que nada un susto grande y se tomaron las medidas del caso según la normativa del colegio. Al alumno se le suspendió por 48 horas y se mandó a llamar a los padres. La sanción máxima por agresión física y verbal.Míster Óscar recuerda que cuando conversó con Montero se arrepintió, se dio cuenta, "pero en cualquier colegio cuando un alumno empuja a otro contra la pared es agresión".
Según cifras del Ministerio de Educación, es imposible saber con exactitud cuántos niños y adolescentes han padecido o padecen violencia por parte de un compañero, especialmente durante el período de los nueve a los catorce años, pero sí es posible afirmar que casi la mitad de los niños en edad escolar en todo el mundo ha participado de una situación de bullying en forma de violencia psicológica, agresiones físicas o sexuales. En España, un país en que se ha investigado ampliamente sobre el tema, los datos del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia revelan que mientras en los colegios privados el 14,6% de los alumnos declara agredir a sus compañeros, la tasa desciende al 7,5% de los alumnos de los públicos. En la Mutual de Seguridad de Temuco suelen recibir accidentes laborales y muchísimos casos de accidentes escolares. El procedimiento es sencillo: llegan los apoderados o inspectores con el alumno accidentado, llenan un formulario y luego de una corta espera son atendidos. El médico traumatólogo Claudio Jiménez estaba de turno en urgencia ese día.-Me acuerdo de ese caso porque lo común es que los niños lleguen por caídas que tuvieron en educación física, pasillos, cosas escolares. Pero ese caso fue diferente.En ese caso hubo agresión. La ficha 1738 registra algunos detalles: paciente que deambula sin dificultad, pero con dolor a la palpación dorsal, del codo y muñeca izquierda, además de aumento de volumen. Se indica reposo con hielo local, tubigrip en la muñeca y antiinflamatorio cada 12 horas.-Tenía entre rabia y pena cuando vi a Felipe con la cara y las muñecas enrojecidas, con la espalda marcada con la gravilla del hormigón -dice su madre. Pero él nunca lloró. Eran más de las nueve de la noche y Eliana se paseaba en la oscuridad de su casa pensando, preguntándose qué debía hacer. Estaba molesta. Nadie del colegio la había llamado para saber cómo seguía su hijo, qué sanciones le darían a Montero. Nadie se molestó en preguntar. Tampoco ella entendía por qué no lo habían llevado de inmediato a la mutual. No entendía que la respuesta del colegio haya sido que era porque su hijo no tenía seguro escolar. Estaba enojada reconoce. Pero quería al colegio. Sus dos hijos mayores habían vivido toda su etapa escolar allí. Ella había sido parte del centro de padres. Una apoderada comprometida. Pero eso a nadie parecía importarle. Sólo le resonaba un comentario de un papá con el que se había cruzado.-Yo no me quedaría tranquilo con lo que pasó.Se encaminó hacia la tenencia de Coilaco, que se encuentra en lo alto de una loma. Un retén sencillo con paredes de concreto y escaso mobiliario. Entrando, a mano izquierda, se encuentra la oficina de la guardia y a la derecha, la de partes.-Quiero hablar con el oficial de guardia porque tengo un problema y necesito que me ayuden.Les contó lo que había pasado ese día.-¿Y qué quiere hacer? Le preguntó el oficial a cargo-No sé.-¿En qué trabaja usted?-Soy asistente social y trabajo en la Defensoría Penal de Temuco.-Entonces, señora, usted sabe lo que tiene que hacer...Fue entonces que interpuso la denuncia que transformaría la causa de Felipe en una causa criminal que sería vista por una Fiscalía.Pocos días después, sin embargo, la Fiscalía se declaraba incompetente porque el agresor era menor de edad, y ese año, 2002, aún no entraba en vigencia la ley chilena de responsabilidad penal adolescente, que permite sancionar a los mayores de 14 y menores de 18. La causa fue derivada a la SIP de Carabineros de Cautín (Servicio de Investigación Policial). Ellos interrogaron a Felipe, a Eliana, a Jorge, a Montero, pero no fructificó. Además, los papás de Montero dieron poca importancia al asunto. Ellos decían que Felipe era un exagerado, un niño problema que quería llamar la atención. Y con eso cerraron el caso desde su punto de vista. La fundación inglesa Kidscape, una de las más destacadas en el mundo en la lucha contra la violencia escolar, registra que en el 86% de los casos que ha atendido, los padres aseguran que el colegio no actuó para proteger a su hijo o hija. Se han dado cuenta de que los padres no denuncian a los colegios, porque no se atreven o simplemente porque no existe ninguna instancia para hacerlo. España empezó a cambiar la historia, cuando el año pasado se condenó a un colegio madrileño a pagar una indemnización a los padres por las agresiones físicas que sufrió un niño. Los jueces reprocharon al colegio que no velara lo suficiente por el bienestar del niño y el director debió renunciar. Uno de los abogados encargados del caso, Fernando Gómez, sentenció: "Esto es un avance en la lucha contra los problemas de violencia escolar, que no deben más minimizarse". Eliana le dio muchas vueltas y finalmente decidió demandar al colegio por no haber cuidado ni protegido a su hijo. La acción legal estuvo patrocinada por el abogado Fuad Halabi Riffo, quien tomó la causa desde sus inicios, en julio 2003, y la sigue hasta hoy. ¿Por qué demandaron al colegio y no a Montero?-Se estimó preferible demandar directamente al colegio por su responsabilidad en la obligación de cuidado y vigilancia que forma parte del contrato de prestación y servicios educacionales. Por lo demás, el artículo 2320 del Código Civil hace responsables a los jefes de colegio por los actos cometidos por los discípulos mientras están bajo su cuidado. Por otro lado, el agresor, Cristián Montero, a la fecha, era menor de edad.Los descargos de los representantes del colegio fueron escuetos: que los alumnos se encontraban en el recreo custodiados por los paradocentes "y que el accidente no fue posible de prevenir ni evitar". También alegaron la imposibilidad del colegio de "tener personal suficiente para evitar que situaciones como éstas ocurran", argumentando que en ese tiempo el colegio mantenía una matrícula de 800 alumnos aproximadamente, por lo que no se podía atribuir culpa o descuido al colegio por un hecho aislado "propio de la convivencia entre escolares".El colegio que fundó George Chaytor se define "como una entidad educativa privada cuya misión prioritaria es ofrecer un entorno educativo que posibilite la formación de personas íntegras". Según rezan sus principios, cree en la libertad, en el desarrollo individual y social a través de la educación y respeta a las personas como seres libres e iguales en dignidad y derechos.En 2006, la Corte de Apelaciones Temuco acogió la demanda interpuesta a favor de Felipe y estimó que el colegio había incumplido sus obligaciones respecto del deber de cuidado de un niño de siete años durante su permanencia en el establecimiento. Por ello dictaminó que debería indemnizar los perjuicios sufridos. Un fallo histórico para Chile, y que fue confirmado el 13 de julio de este año, declarando que Educar S.A., la actual sostenedora, es responsable del pago de la indemnización. El monto aún no se fija, pero según Fuad Halabi, debería estar en el orden de 40 millones de pesos.La sociedad Educar S.A., sin embargo, la semana pasada presentó un recurso de casación de forma y fondo que será enviado a la Corte Suprema, y que busca anular el proceso aduciendo que a ellos, si bien son los actuales sostenedores del colegio, no se les puede exigir responder por una obligación ajena, argumenta el abogado Jaime Ribera Neumann. "Se aduce que tiene la calidad de continuadora legal y sólo por ello sería sucesor en las deudas y obligaciones, pero eso es ilegal e injusto. Para que una persona responda de obligaciones ajenas debe existir una convención o ley en tal sentido".En estos días el fallo ha sido ampliamente comentado en el colegio de tradición inglesa y muros de ladrillo. Lo dice una apoderada que prefiere el anonimato:-Sabemos todo lo que ha vivido Eliana sin contar la gran demora de este caso. El agresor terminó normalmente el colegio como si nada hubiese sucedido. Eso es francamente horrible. Todos hemos terminado hablando acerca de cómo superar nuestros temores para denunciar los casos de violencia escolar. Tras la golpiza, Felipe estuvo dos semanas en reposo y volvió al colegio. No se cruzó más con Montero.-Además sabía que su hermano grande, Jorge, estaría pendiente de cualquier cosa, así es que se sintió protegido -dice Eliana.Siguió asistiendo a clases, pero su mamá igual lo notaba inseguro, retraído. Felipe fue al sicólogo durante todo 2003, dos veces al mes, pero en marzo de 2004 Eliana decidió pedir un nuevo informe. "El menor aún recuerda el incidente con claridad", escribió en su evaluación el especialista Hernán Díaz. Y agregó:-En el menor se observan rasgos de retraimiento y desconfianza. Presenta cierta elaboración del hecho, pero sin comprender el porqué de lo sucedido. Percibe la situación como injusta y siente que careció de ayuda y protección en ese momento. Si bien se presenta estable emocionalmente, en el menor pueden evidenciarse los impactos de la agresión de la que fue víctima. Junto con la desconfianza señalada, tiende a desarrollar apego con figuras protectoras y que le brindan seguridad, como la de su hermano mayor. Además, depender de otros para sentirse seguro, condiciona su autoestima y autonomía. Se sugiere que, junto con el apoyo familiar, pueda recibir eventual refuerzo terapéutico para superar los aspectos observados y que pudieran influir en su desarrollo.Habían pasado dos años desde el incidente con Montero.Hoy Felipe vive en Santiago, está en otro colegio. Su mamá se ha dado cuenta de que nunca hablan del episodio de agosto de 2002. "Lo tenemos bloqueado", comenta Jorge, el hermano mayor. Montero, quien no quiso hablar para este reportaje, luego de egresar de cuarto medio, entró como cadete a la Fuerza Aérea, donde estuvo hasta 2004. No se sabe si se retiró voluntariamente o fue expulsado de la institución. No hay registros.

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