Estoy sumergido leyendo una novela …. pero parte de mi atención está puesta en mi hija adolescente mientras estudia. La observo ojeando su cuaderno, frente a la pantalla del computador, y conectada a un eterno acompañante: el MP3. De cuando en cuando, el característico sonido de Messenger alerta la llegada de un mensaje e interrumpe sus estudios a pesar de los audífonos. Ella rápidamente contesta el llamado y vuelve al cuaderno. Esto se repite, y mi sensación es que ella es parte de una telaraña de conversaciones, hilos invisibles que la mantienen conectada permanentemente con sus amigas. Hasta hace un par de años, toda esta situación me producía profundo desconcierto, y mi reacción era de frontal oposición a esta práctica. Me resistía a creer que existiese la remota posibilidad de concentración en un ambiente así de recargado, e intentaba en cambio crearle un entorno de quietud. Pero eso no funcionaba y poco a poco fui cediendo, convenciéndome de que un cambio importante estaba ocurriendo en las capacidades cognitivas de las nuevas generaciones. Transité por un enjambre de estados de animo que iban desde la resistencia inicial hasta la aceptación, pasando por la resignación. La lectura de algunos autores y estudios me ha ofrecido una mirada alternativa al fenómeno, una comprensión racional de lo que está pasando, que aún no termina de capturar totalmente mis emociones.
En efecto, son cada vez más numerosos los autores e investigadores que sostienen que la permanente exposición de los jóvenes a la tecnología, desde tempranas edades está teniendo consecuencias en sus capacidades cognitivas (Marc Prensky, autor del concepto “nativos digitales”, nos habla de una generación que antes de entrar a la universidad posee 10 mil horas de videojuego, 200 mil mails mandados y recibidos, 10 mil horas de uso de celular, 20 mil horas de TV y finalmente, 5 mil horas de lectura). Son jóvenes capaces de absorber información y tomar decisiones muy rápido, están acostumbrados a respuestas casi instantáneas, son extraordinariamente multimediales y particularmente visuales; sus hábitos de lectura empiezan a asimilarse al modelo del hipertexto. Han desarrollado una capacidad de multiprocesamiento que les permite realizar simultáneamente varias tareas cuando utilizan medios digitales: por ejemplo, estar conectados a Internet, escuchar música y realiza los deberes escolares.
Un estudio de la OECD liderado por el Dr. Francesc Pedro y en el cual participa Chile, intenta construir un perfil de este “aprendiz del nuevo milenio” (o NML de “New Millenium Learner”). Es el nombre que reciben aquellas generaciones que nacieron a partir de los años 80, que prácticamente no conocieron el mundo sin Internet y que crecieron, y crecen hoy, en un contexto donde las tecnologías digitales forman parte inextricable de su vida cotidiana. Se les denomina generación red (Oblinger & Oblinger, 2005; Tapscott, 1999), generación SMS (Lenhart, Rainie, & Lewis, 2001), generación gamer (Carstens & Beck, 2005, por la obvia referencia a los juegos de ordenador) o incluso, homo zappiens (Veen, 2003) por su capacidad para controlar simultáneamente diferentes fuentes de información digital.
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